Conciencia ciudadana en tiempos de tormenta: cuando la irresponsabilidad pesa más que la lluvia

Por Yanet Girón Lunes 27 De Octubre 2025.- Cada vez que se anuncia un huracán, una tormenta o una vaguada, la historia se repite como un ciclo de inconsciencia colectiva. Las autoridades emiten alertas, suspenden las labores y llaman a la población a permanecer en sus hogares por seguridad. Sin embargo, muchos ciudadanos hacen exactamente lo contrario: salen a las calles a bañarse bajo la lluvia, visitan ríos y cañadas, o se detienen a grabar videos para las redes sociales como si la tragedia fuera un espectáculo.
Lo más preocupante no es solo el comportamiento temerario, sino la falta de reflexión que lo acompaña. Es común ver cómo, al menor daño o pérdida, las mismas personas que ignoraron las recomendaciones culpan a las autoridades, acusándolas de negligencia o de no haber hecho lo suficiente. Pero, ¿hasta qué punto el Estado puede protegernos de nuestra propia irresponsabilidad?
La prevención no depende únicamente de los organismos de emergencia. También es un deber ciudadano. Si las instituciones suspenden las labores y piden quedarse en casa, no lo hacen por capricho, sino para salvar vidas. Aun así, muchos interpretan esas medidas como exageraciones o simples “días libres” para salir a beber, a divertirse o a desafiar el peligro. Esa actitud refleja un grave problema de educación cívica y de conciencia social que todavía nos falta aprender y asumir como país .
Y lo más contradictorio es que, cuando las autoridades actúan a tiempo y suspenden las labores antes de que llueva, la gente dice que están improvisando o exagerando. Pero si no las suspenden y ocurre un desastre, entonces acusan al Gobierno de negligencia. En ambos escenarios, el ciudadano promedio siempre encuentra una razón para quejarse, pero pocas veces para asumir su parte de responsabilidad.
¿Qué nos está pasando como sociedad? ¿En qué momento dejamos de ser una población pensante, consciente y solidaria?
Aún más preocupante es ver cómo, en medio de la amenaza de un fenómeno natural, algunas personas convierten las calles en discotecas improvisadas. Montan “teteos” bajo la lluvia, con música a todo volumen, bebidas en mano y una aparente alegría que solo disfraza la inconsciencia y la ignorancia. Mientras las autoridades tratan de prevenir tragedias, muchos se entregan al desorden como si la vida fuera una fiesta sin consecuencias. Esa conducta irresponsable no solo pone en riesgo sus vidas, sino también las de los rescatistas que luego deben arriesgarse para salvarlos.
La responsabilidad ciudadana debe ser un compromiso compartido. Así como exigimos a las autoridades eficiencia, también debemos exigirnos disciplina y respeto por las normas. Las tragedias no se evitan con quejas ni con reclamos mediáticos, sino con prudencia, prevención y sentido colectivo.
No podemos seguir viviendo en una cultura donde se culpa al Estado por todo, mientras el pueblo sigue actuando como si la vida fuera un juego.
La conciencia salva más vidas que cualquier decreto.
Y la verdadera educación no se demuestra en una aula, sino en la conducta que asumimos cuando la naturaleza nos pone a prueba. (La autora es modelo, periodista y reside en Santo Domingo Norte).



