La última práctica de Gustavo: una verdad que nadie quiere contar

Entre lágrimas y angustia, María Esther Pimentel exige que se investiguen las circunstancias del fallecimiento de su hijo, Gustavo Talmaré, un joven prospecto de béisbol de 14 años, cuyo cuerpo fue encontrado en la Laguna del Toro, en Guerra, tras permanecer desaparecido por varias horas., La madre denuncia contradicciones en la versión ofrecida por la Academia Amaury Nina, donde su hijo se formaba, y asegura que la verdad sobre su muerte aún permanece oculta.
Por: Darwin Feliz Matos
Santo Domingo Este Domingo 17 De Agosto 2025.- El aire olía a flores marchitas y silencio. Dentro de la funeraria Gresefu, cada paso retumba como un eco de lo que pudo ser. Sobre un ataúd blanco, cubierto por gorras de béisbol y fotografías sonrientes, descansa ahora el cuerpo del adolescente que hace apenas unas semanas conectaba jonrones con la ilusión de llegar a las Grandes Ligas. Se llamaba Gustavo Talmaré. Tenía 14 años. Y detrás de su muerte hay más preguntas que respuestas.
María Esther Pimentel, su madre, habla con la voz rota mientras aprieta entre sus manos una camiseta llena de tierra y recuerdos. “Nadie me da la cara”, murmura con rabia contenida, mientras recuerda el momento en que la llamaron urgentemente el viernes por la noche: “Venga rápido, algo le pasó a su hijo”. Al llegar a la Academia Amaury Nina, solo encontró versiones sueltas, nervios y un silencio que le caló la piel.
La academia sostiene que Gustavo se saltó una pared junto a cuatro compañeros para ir a buscar limoncillos, y terminó ahogándose en la Laguna del Toro, a unos 40 minutos del lugar. Pero algo no cuadra. Cuando rescataron el cuerpo —según relatan sus familiares— el niño tenía en sus manos el pantalón de otro jugador de la academia y un golpe visible en la frente. ¿Un descuido? ¿Un juego que salió mal? ¿Un hecho violento? Nadie lo explica. Nadie quiere explicarlo.
La versión que no convence
Los mismos instructores que lo formaban como pelotero relatan que no notaron su ausencia hasta las 3:00 de la tarde, cuando lo buscaron para una actividad programada a las 3:30. Los compañeros que supuestamente fueron con él, regresaron a las 6:00 de la tarde… sin él. Ninguno ha hablado con la familia. Ninguno se ha presentado al funeral. “Ahí hay algo más detrás”, dice la madre, con la mirada fija como esperando una respuesta que no llega.
Ella insiste en que su hijo no era un niño travieso ni impulsivo. “Mi hijo era disciplinado, respetuoso, y sabía nadar. No se iba a escapar, no era ese tipo de muchacho”, repite una y otra vez, como si esa afirmación pudiera, de algún modo, traerlo de vuelta. En efecto, Gustavo había sido entrenado para nadar desde pequeño, y jamás salía sin permiso de las instalaciones donde estaba interno desde hacía apenas dos meses. ¿Cómo pudo desaparecer tres horas sin que nadie lo notara en una academia con cámaras y seguridad?
Un futuro apagado en silencio
Su historia era la de muchos jóvenes dominicanos que ven en el béisbol no sólo una oportunidad, sino un destino. En 2023, Gustavo se alzó como el dominicano más destacado del Mundial Sub-12 de Béisbol. Y este año brilló en la Serie del Caribe Kids, donde fue nombrado Jugador Más Valioso. Cada esfuerzo, cada práctica bajo el sol, cada sacrificio familiar, tenían un sentido: lograr el sueño de llegar a las Grandes Ligas. Hoy, ese sueño yace en un ataúd blanco y una familia que exige respuestas.
Mientras lo velan entre lágrimas y promesas de justicia, la indignación crece. Su madre, su padre y sus vecinos de Los Frailes III no van a rendirse. Piden al Ministerio Público y a la Policía Nacional una investigación seria, que se revisen las cámaras, que se escuche a los compañeros, que se diga la verdad. Porque detrás de cada contradicción, detrás de cada silencio, hay una vida que no vuelve.
La tarde avanza en la funeraria. Afuera, algunos niños juegan con una pelota desgastada. Adentro, Gustavo Talmaré descansa con su uniforme de béisbol doblado sobre el pecho, como un símbolo de un país que sigue perdiendo a sus hijos sin explicación. Su madre lo mira una última vez y musita una frase que duele más que cualquier golpe:
—Mi hijo soñaba con ser grande… y ni siquiera me dejaron despedirme de él.



